viernes, 28 de octubre de 2016

Milonga de Manuel Flores

Manuel Flores va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.


Y sin embrago me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.


Miro en el alba mis manos,
miro en las manos las venas;
con extrañeza las miro
como si fueran ajenas.


Vendrán los cuatro balazos
y con los cuatro el olvido;
lo dijo el sabio Merlín:
morir es haber nacido.


¡Cuánta cosa en su camino
estos ojos habrán visto!
Quién sabe lo que verán
después que me juzgue cristo.


Manuel Flores va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)

Versións:
Juan Sosa: Milonga de Manuel Flores; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 7



Vitor Ramil: Milonga de Manuel Flores; Délibáb; 2010; Pista 9

miércoles, 26 de octubre de 2016

En Ávila está reunida

Segunda parte

En Ávila está reunida
la Santa Junta del Reino
que han formado las ciudades
ganadas al mismo empeño.
<<Nadie acate al cardenal
ni obedezca a su Consejo,
a Padilla le nombramos
general de los ejércitos,
que el oro que se iba a Flandes
ya no salga de este reino,
las rentas que al rey se daban
valdrán a los comuneros.>>
       
 
Una mañana de agosto
los capitanes del pueblo
al frente de sus mesnadas
se alejan hacia Adanero.
Pronto la noticia corre
por los llanos y los tesos.
Los que varean la lana,
dejan la lana en el suelo.
Las que vienen de los pozos,
posan los cántaros llenos.
Acuden de todas partes
menestrales y labriegos.
Llegados frente a Medina,
se detienen en silencio.
Quedan en pie sólo muros
calcinados por el fuego.
Como algunos medinenses
se afanen en los aleros,
Juan Bravo, picando espuelas,
se precipita a su encuentro.
<<Nunca olvidara Segovia
lo que por ella habéis hecho.
       
Disponed de cuanto tiene,
cuanto atesora ya es vuestro.
       
Que Medina vuelva a ser
emporio de nuestro reino.
Mientras tanto, medinenses,
nosotros la vengaremos.>>
       
 
Avanzan, pasada Rueda,
entre cardos polvorientos.
Les queman del sol sus armas,
se levantan los vencejos.
Padilla, Bravo y Zapata
van cabalgando parejos
cuando surge en los pinares
un grupo de caballeros.
<<En nombre de Tordesillas
venimos a vuestro encuentro.
Si pronto no nos llegarais,
nos llegarán los flamencos
que ya han querido llevarse
la reina de su convento.>>
       
Al divisar Tordesillas
como posada en su cerro,
Padilla a sus hombres dice:
<<Cargad dos cañones gruesos
y disparadlos al punto
porque se sepa con ellos
que el alma va por delante
cuando avanzamos el cuerpo.>>
       
Los vecinos les reciben
con muestras de gran contento,
       
las calles abarrotadas,
los soportales repletos.
       
Hasta la plaza han sacado
morados pendones viejos
y las mozas se han prendido
el morado comunero
sobre las mantillas blancas,
sobre los corpiños nuevos.
¡Cómo vuelan las campanas
al entrar los comuneros!
       
Juan de Padilla camina
muy sencillo y muy derecho.
No saben si abrirle paso
o si rozar su indumento.
Los más viejos le bendicen,
otros aportan corderos,
toneles de vino blanco,
sacas de trigo y centeno.
Todo lo dan por bien dado
con darlo a los comuneros.
       
Tras haberse concertado
Padilla y sus caballeros
se dirigen al palacio
que sirve a Juana de encierro.
       
Dicen que la pobre reina
por amor perdiera el seso,
¡pobre reina que enfermara
por amor de rey flamenco!
Al llegar a su presencia
se postran los caballeros.
<<Señora, Juan de Padilla,
que os presenta sus respetos,
es hijo de Pedro López
quien os salvó del encierro
hace ya catorce años,
exponiéndose a ser muerto.
Tres años después lograron
aislaros de vuestro pueblo.
       
Nada os han dicho, señora,
de la invasión de extranjeros,
ni del pechar implacable
que han convertido en saqueo,
       
ni que al quejarse las Cortes,
se mofaron de su ruego.
       
Castilla tan presa estaba
como vos en vuestro encierro.>>
       
Parece que despertara
la reina de un largo sueño.
Va interrogando a Padilla
con muestras de gran afecto.
Con Zapata y Maldonado
habla Juana del convento
y a Juan Bravo le confía
que Segovia en su recuerdo
se quedó cual amapola
en un campo de centeno.
       
La reina nombra a Padilla
general de sus ejércitos
y le pide que la Junta
se convierta en su gobierno,
       
reuniéndose en adelante
a las orillas del Duero
       
¡Cuán gozosos abandonan
a Juana los comuneros!
Se aferran a reina loca
por no asirse ya a rey cuerdo.
¡Loca estuviera la reina
para juntarse a su pueblo!
       
En Tordesillas convocan
la Santa Junta del Reino.
Las ciudades hermanadas
envían los mensajeros
que en la Junta representen
los que acudir no pudieron.
De Ávila, llega un pelaire,
de Burgos, un cerrajero,
de Palencia, un alguacil
se ha traído su consenso,
a Salamanca se escucha
por la voz de un pellejero,
por Medina, un tundidor,
y por León, un herrero;
de todos oficios salen
los que bregar por el pueblo.
En Tordesillas promulgan
una ley de mucho aliento:
<<Que en el futuro a los grandes
se les quite del gobierno,
que no guarden fortalezas,
que no cuenten con guerreros,
que tiranías pasadas
no puedan volver con ellos.>>
       
 
La Santa Junta decide
que se presten juramento
las ciudades hermanadas
de darse mutuo sustento.
La escritura de hermandad
es publicada en el reino.
Por las calles y las plazas
la leen los pregoneros:
       
<<Que cuadrillas y parroquias
ejecuten lo dispuesto.
Que los vecinos se acerquen
para prestar juramento.
La lucha larga ha de ser
por la libertad del reino,
que no fuera libertad
la que los reyes le dieron,
que libertad concedida
no es libertad, sino fuero.>>
       
Juan de Padilla entre tanto
ya cabalga hacia Toledo.
Tranquilo deja a la Junta
creyendo en su ardor guerrero.
Mas apenas si se ausenta
que ya empiezan los manejos
y voces que se levantan
a prodigar sus consejos:
<<Antes de extender la guerra
con Carlos discutiremos,
si a nuestra súplica accede,
volverá la paz al reino.>>
En pocas horas redactan
las demandas en un pliego:
       
<<Igualdad en el pechar
para el futuro queremos,
       
que a todos los cargos tengan
los españoles derecho,
       
que se den mejores tratos
a los indios de su reino,
que nada se dé a los jueces
si bienes hay en un pleito,
y se libere a la reina
de su vivir en encierro.>>
       
Sancho Sánchez y fray Pablo
son nombrados mensajeros:
<<Buscad a Carlos en Flandes,
mas no os inclinéis al verlo,
que nunca monarca fuera
suplicado por su reino.>>
Sancho Sánchez y fray Pablo
cruzaron los Pirineos.
Atraviesan Francia entera,
a Flandes ya están subiendo.
Un mensajero del rey
aguarda a los mensajeros:
<<Si de Bruselas pasarais,
caro os saldría el intento,
que la soga con que ahorcaros
preparada la tenemos.
No profanen esta tierra
castellanos comuneros.>>
<<Decid a aquél que os envía
que de aquí no pasaremos,
más por honrar nuestra Junta
que temor por lo dispuesto.
De Bruselas no pasamos,
regresa en paz, mensajero,
si al Escalda no llegamos,
otros no lleguen al Duero.>>
       
 
Reunida en Valladolid
la Santa Junta se entera
de que Carlos, desde Flandes,
respondió con insolencia.
<<Puesto que el rey nada quiere,
no admitamos su regencia,
contra Adriano y los suyos
redoblaremos la guerra.
Que vuelvan los mensajeros
a recorrer la meseta,
que las ciudades hermanas
se apresten a la contienda,
que se levanten más hombres,
vengan lanzas y ballestas.
Que guarden los campanarios,
que acechen en las almenas,
que se vigile a los grandes
cercándoles sus haciendas
y que por toda Castilla
se corra la buena nueva
de que las gentes del Pueblo
se han sublevado en Valencia,
formando también su junta,
entrando también en guerra.>>
       
 
Por correo con don Carlos
Adriano se concierta:
<<Vuestra justicia está huida,
desacatada la reina,
perdidas van las ciudades,
vuestra hermana tienen presa.
La autoridad que me disteis
no sabré cómo ejercerla,
que ninguno de los grandes
rompe su lanza por ella.
Todo un pueblo nos combate,
contra un pueblo es nuestra guerra
y nunca la ganaremos
sin contar con la nobleza.
No olvida los privilegios
que en flamencos recayeran
y si mi hablar me perdona,
no os perdona mi regencia.
Tanto el trance nos apura
que hay que ganar su conciencia,
por los clamores del pueblo
tan sorprendida e inquieta.>>
Desde Flandes dio don Carlos
la deseada respuesta.
Adriano, en adelante,
se apoyará en la nobleza.
Sobre dos gobernadores
descansará su regencia:
el almirante Fadrique
se valdrá de su paciencia
y el condestable Velasco
usará de intransigencia.
¡Ya pueden los comuneros
prepararse a la contienda!
Los nobles al rey se juntan
por conservar sus haciendas,
que el que tiene, por guardarlo,
busca ayuda de quien sea.
Prefiere pagarle a extraños
a compartir lo que tenga.
       
 
El otoño va avanzando
y las jornadas abrevian.
Adriano y su Consejo
han declarado la guerra.
Los días ya son más cortos,
las noches ya son más luengas,
los surcos ya removidos
están esperando siembra.
Para lograr distinguirse
hombres de la misma tierra,
se cosen cruz blanca al pecho
los que van por la realeza,
cruz roja de rebeldía
es la insignia comunera.
       
<<¡Santa María y don Carlos!>>
gritan los de la regencia,
<<¡Santiago y Libertad!>>
los comuneros contestan,
y en el fragor del combate
al enemigo le imprecan:
<<¡Que todas las cruces blancas
rojas de sangre se vuelvan!>>
       

Luis López Álvarez: Los Comuneros (1972)

Versións:
Nuevo Mester de Juglaría: Encuentro con la Reina Juana; Pista 5



Ley de Tordesillas; Pista 6



Carlos I condena a los comuneros*; Los Comuneros; 1976; Pista 7



Lujuria: El morado comunero; Y la yesca arderá; 2006; Pista 8



*[A versión musical do grupo Nuevo Mester de Juglaría remata con parte do poema En el campo comunero, pertencente á terceira parte da obra Los Comuneros de Luis López Álvarez, do ano 1972.]

jueves, 20 de octubre de 2016

Milonga de los morenos

Alta la voz y animosa
como si cantara flor,
hoy, caballeros, le canto
a la gente de color.

Marfil negro los llamaban
los ingleses y holandeses
que aquí los desembarcaron
al cabo de largos meses.

En el barrio de Retiro
hubo mercado de esclavos;
de buena disposición
y muchos salieron bravos.

De su tierra de leones
se olvidaron como niños
y aquí los aquerenciaron
la costumbre y los cariños.

Cuando la patria nació
una mañana de Mayo,
el gaucho sólo sabía
hacer la guerra a caballo.

Alguien pensó que los negros
no eran ni zurdos ni ajenos
y se formó el Regimiento
de Pardos y de Morenos.

El sufrido regimiento
que llevó el número seis
y del que dijo Ascasubi:
“Más bravo que gallo inglés”.

Y así fue que en la otra banda
esa morenada, al grito
de Soler, atropelló
en la carga del Cerrito.

Martín Fierro mató a un negro
y es casi como si hubiera
matado a todos. Sé de uno
que murió por la bandera.

De tarde en tarde en el Sur
me mira un rostro moreno,
trabajado por los años
y a la vez triste y sereno.

¿A qué cielo de tambores
y siestas largas se han ido?
Se los ha llevado el tiempo,
el tiempo, que es el olvido.

Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)

Versións:
Jairo: Milonga de marfil negro; Jairo canta a Borges; 1975; Pista 6



Jairo: Milonga de marfil negro; Puro Jairo. Canciones: 1970-2001; 2001; Pista 6

(Reedición da versión do disco Jairo canta a Borges, do ano 1975.)





Vitor Ramil e Caetano Veloso: Milonga de los morenos; Délibáb; 2010; Pista 3

martes, 18 de octubre de 2016

El espejo en la acequia

Ella tenía un sueño de blusas para el sábado
y yo no lo sabía.

Me deben ese sueño. Yo también se lo debo.

Con la fatiga al hombro, cruzábamos la viña.

Ella tenía un sueño de pollera estampada,
pero yo no sabía.

Andábamos ganando uno que otro centavo:
cierto pan necesario que mi madre partía.

Etelvina Tejada, nos deben ese sueño,
ese trecho de insomnio clavado en nuestra vida.

La andaba atravesando toda la adolescencia
y yo no lo sabía.

Tenía un modo raro de mirarse en la acequia,
pero yo ¿qué sabía?.

Armando Tejada Gómez: Luz de entonces* (1963)

Versións:
Armando Tejada Gómez: El espejo en la acequia; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado B, Corte 13



Susana Castro: El espejo en la acequia; Olor a tierra mojada; 2000; Pista 12



*[Inédita. Aparece incluida como un capítulo independente dentro da obra Profeta en su tierra, do ano 1968.]
**[Por razóns de espazo nunha entrada anterior etiquetouse a Armando Tejada Gómez, intérprete, como Tejada. Respectamos a etiqueta actual para evitar duplicidades.]

lunes, 17 de octubre de 2016

Milonga de Jacinto Chiclana

Me acuerdo. Fue en Balvanera,
en una noche lejana,
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.

Algo se dijo también
de una esquina y un cuchillo;
los años nos dejan ver
el entrevero y el brillo.

Quién sabe por que razón,
me anda buscando ese nombre;
me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.

Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida;
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.

Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra;
nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.

Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera,
y aquella muerte casual
en una esquina cualquiera.

No veo los rasgos. Veo,
bajo el farol amarillo,
el choque de hombres o sombras
y esa víbora, el cuchillo.

Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)

Versións:
Jorge Luis Borges: Milonga de Jacinto Chiclana; Jorge Luis Borges por él mismo; 1967; Lado 2, Corte 3



Juan Sosa: Jacinto Chiclana; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 3



Jorge Luis Borges: Milonga de Jacinto Chiclana; Borges por él mismo; 2002; Pista 10

(Reedición da versión do disco Jorge Luis Borges por él mismo, do ano 1967.)



Ricardo Panissa: Jacinto Chiclana; Mano de obra; 2003;

jueves, 13 de octubre de 2016

Cuando toque el olvido

                           A Úrsula y Mario Aciar

Aquí en los palomares de la nieve,
Junto a la luz que asume las más altas miradas
El Famatina brota por árboles de luna,
Donde vienen las nubes, a desandar lo andado.

Es aquí,
Donde al tiempo de la estación madura,
Elabora el verano sus fértiles arropes
Desparramando al aire su trigo de cigarras.

Y orillando su sombra de corazón de hierro
Mira sus venas ciegas desangrarse en el limo,
Como un alambre puro y anchamente mojado.
Que abierto en barriletes floridos de esmeralda,
Clavetea las uñas de los algarrobales.
Y trazando multiformes garabatos de savia
Sube a las rojas mieles pedregosas del higo,
Se enreda al cascabel forestal de las nueces
Y amagando bagualas
Se asoma en la pupila liquen de los racimos.
Por el hueco misterio de su abeja de fuego,
El Famatina crece.

De su cúpula, cóndores
Parten hacia las reses;
De su panal de plata,
Parten sueños de siglos.

Y el Famatina crece
Como una sangre cierta,
Por entre silenciosas campanas de sonido:
Leche adentro del oro;
Trueno adentro del vidrio

Alcancía celeste: mirador de los días.
Por el revés del tiempo yo regreso a la fruta
En tu orilla de piedra quiero sembrar mis huesos.

Y amanecer en polen
Cuando toque el olvido.

Ariel Ferraro: La Rioja innominada (1960)

Versións:
Ariel Ferraro: Cuando toque el olvido; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 5

miércoles, 12 de octubre de 2016

Milonga de Don Nicanor Paredes

Venga un rasgueo y ahora,
con el permiso de ustedes,
le estoy cantando, señores,
a don Nicanor Paredes.


No lo vi rígido y muerto
ni siquiera lo vi enfermo;
lo veo con paso firme
pisar su feudo, Palermo.


El bigote un poco gris
pero en los ojos el brillo
y cerca del corazón
el bultito del cuchillo.


El cuchillo de esa muerte
de la que no le gustaba
hablar; alguna desgracia
de cuadreras o de taba.


De atrio, más bien. Fue caudillo,
si no me marra la cuenta,
allá por los tiempos bravos
del ochocientos noventa.


Lacia y dura la melena
y aquel empaque de toro;
la chalina sobre el hombro
y el rumboso anillo de oro.

Entre sus hombres había
muchos de valor sereno;
Juan Muraña y aquel Suárez
apellidado el Chileno.

Cuando entre esa gente mala
se armaba algún entrevero
él lo paraba de golpe,
de un grito o con el talero.


Varón de ánimo parejo
en la buena o en la mala;
“en casa del jabonero
el que no cae refala”.

Sabía contar sucedidos,
al compás de la vihuela,
de las casas de Junín
y de las carpas de Adela.

Ahora está muerto y con él
cuánta memoria se apaga
de aquel Palermo perdido
del baldío y de la daga.


Ahora está muerto y me digo:
¿Qué hará usted, don Nicanor,
en un cielo sin caballos
ni envido, retruco y flor?


Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)

Versións:
Juan Sosa: A Don Nicanor Paredes; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 14



Jairo: A Don Nicanor Paredes; Borges & Piazzola: tangos & milongas; 1998; Pista 5

lunes, 10 de octubre de 2016

Como una sombra dulce

Este trinchante oscuro,
este espejo callado entre biseles,
estos leones negros que miran sin ser buenos ni malos
y ofrecen en sofás, repujados,
cuernos de una fortuna rebalsante de frutos
que nunca probaremos;
esta mesa rayada, huesosa por el uso,
llena de navidades que se lloran casi angelicamente,
todo esto, digo,
viene a mi corazón y lo enternece.

Lo pone blando. Se le entraña
y le asienta de golpe
la azulina memoria de la infancia.

Entonces yo camino mi lagrimeante sangre.
Reconstruyo esos días
como láminas de oro.
Cada niño era un astro dulcemente caído.
Aquél era un bejuco increíble y al aire
y éste un agua entre álamos
calcando un cielo viejo.

Era todo eso.
Y era también la madre.
(Un helecho recuerda todavía
cómo fueron de tenues sus caricias.
Un helecho de tul que vuelve desde el cielo
y nos crece sonoro entre pequeños ángeles
montados y volando sobre un cisne de greda en la maceta.)

Era la madre, entonces.
La de los años nuevos.
La que nos venía a ver desde sus muebles
en los que había quedado adormecida
y por donde vagaban recordándose
las manos rosas de su casamiento.

Desde esos muebles hondos
las almendras con ella;
desde el júbilo largo, los yaravíes con ella,
y las zambas airosas, con ella. Y más con ella
la glicina soltando sus crespones de olvido.
Por allí regresaba.

Salía de esa madera invisible y palpable
como una sombra dulce.
Un recuerdo carnoso, parecía.
Un regreso de luz aquerenciada, era.
Venía como de lejos entre espejos insomnes
con la suavidad de los cielos dormidos.

Salía desde sus muebles
igual que desde un bosque
labrado por volutas de pájaros.

Un viajero levísimo,
un viajero que nunca se nos fue, era ella.
Por eso es que sentimos que la vida
nos toca con sus manos todavía.

Manuel José Castilla: Andenes al ocaso (1967)

Versións:
Manuel José Castilla: Como una sombra dulce; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 2

domingo, 9 de octubre de 2016

Milonga de Albornoz

Alguien ya contó los días,
Alguien ya sabe la hora,
Alguien para Quien no hay
ni premuras ni demora.

Albornoz pasa silbando
una milonga entrerriana;
bajo el ala del chambergo
sus ojos ven la mañana,

la mañana de este día
del ochocientos noventa;
en el bajo del Retiro
ya le han perdido la cuenta

de amores y de trucadas
hasta el alba y de entreveros
a fierro con los sargentos,
con propios y forasteros.

Se la tienen bien jurada
más de un taura y más de un pillo;
en una esquina del sur
lo está esperando un cuchillo.

No un cuchillo sino tres,
antes de clarear el día
se le vinieron encima
y el hombre se defendía.

Un acero entró en el pecho,
ni se le movió la cara;
Alejo Albornoz murió
como si no le importara.

Pienso que le gustaría
saber que hoy anda su historia
en una milonga. El tiempo
es olvido y es memoria.

Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)

Versións:
Cuarteto Cedrón*: Milonga de Albornoz; Gotán; 1967; Lado A, Corte 4



Cuarteto Cedrón: Milonga de Albornoz; Arrabal salvaje; 1982; Pista 5

(Reedición da versión do disco Gotán, do ano 1967.)

Juan Sosa: Milonga de Albornoz; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 5



Vitor Ramil: Milonga de Albornoz; Délibáb; 2010; Pista 1



*[Disco editado como Juan Cedrón Trío.]

sábado, 8 de octubre de 2016

Arcángel de los días

            I
Musical, pero simple lo mismo que una flauta,
Así es esta paciencia dolida de tu nombre.
Cuántas veces la dije.
La llevé en mi silencio
Y la alumbré en la luz cordial de mi entusiasmo.
Y hasta jugué con ella, lo mismo que algún niño,
Que modela figuras
Con un trozo de alambre.


Su aire está en mi aire
Y su imagen se forma,
De lágrimas sonrientes
De sudor y batallas.
Y duele sobre el mío
Porque en él se clavó desolado y sangrante.
Tiradme con un eco de su vientre difícil,
Que entre mi voz haré
Monedas musicales.


Echad sobre la herida inventada en mis manos,
Un poco de su tierra
Feroz y aventurera;
Que entonces,
Ah, entonces!...
Las ardidas palabras que guardé tantos años
Me brotarán desnudas en aires de vidalas
Para decir cantando
Su raro abecedario.


            II
Decidle al guitarrero
Que va horadando noches con sus amargas coplas,
Que yo voy hacia él, para cantar como él.
Y hermanar entre sombras su voz con mi deseo.


Que yo voy hacia él,
A buscar la espaciosa palabra alucinada
Con que mejor se pueda
Señalar esta tierra.


Yo vengo de los simples y difíciles arbustos,
En donde el abultado silencio de los troncos
Delimita en las noches la música del miedo.
Donde los jarillales simulan abejorros
Y sacuden la piedra con sus manos de selva.
Y el agua hecha pedazos, en los tiempos mejores,
Dejó su rastro verde, entre el cuarzo y la greda.


Yo vi rodar las bestias con ojos de perfidia
Vi cómo las colinas engrillaban de nieve
A las majadas mansas, y al hombre forastero.


Oh! brutal epopeya de la tierra hechicera.
Yo que he visto sus moles más arriba del cuello,
Por su risco barbado
Por su abismo sonoro
Por su entraña de estrella
Por la muerte y la niebla


Digo:
Que eres hermana
Del infierno y el cielo.


            IV
Cómo no recordar donde estaba el principio;
El pequeño principio
De estas soberbias cosas

Yo fui antes que el liquen, la sal y las arenas,
Tal vez antes que Dios pintara los caminos.
Epicentros informes rodeaban mi cabeza,
Horizontes de sed acodaban distancias.
Pero un día la anchura se vestía de anchura,
Y el humo arrodillaba su condición de humo,
Se achicaban las sombras y alumbraban las cosas.

Débiles esqueletos con mutación de asombro,
Con sustancia total, entre los pulsos ciegos:
Y nacía la savia biológica del polen.

A lo lejos, crecían catedrales de piedra
Y llanuras desnudas, extrañas y lejanas.

Era el alumbramiento servicial de la greda,
Que llamaba a la luz, para encantar las manos!

De allí la eternidad de este rostro sin rostro,
Ecuación musical, de razón perdurable.

Era el alumbramiento servicial de la greda,
Que llamaba a la luz para encantar las manos.

... Y mi nombre,
En la orilla de su alto crecimiento,
Aprendiendo su voz, para un día cantarla.

Ariel Ferraro: Serenata de greda (1953)

Versións:
Ariel Ferraro: Arcángel de los días; Lado A, Corte 6



El guitarrero; Los poetas que cantan en Cosquín (VVAA); 1972; Lado A, Corte 7

miércoles, 5 de octubre de 2016

Milonga de Calandria

Servando Cardoso el nombre
y Ño Calandria el apodo;
no lo sabrán olvidar
los años, que olvidan todo.


No era un científico de esos
que usan arma de gatillo;
era su gusto jugarse
en el baile del cuchillo.


Cuántas veces en Montiel
lo habrá visto la alborada
en brazos de una mujer
ya tenida y ya olvidada.

El arma de su afición
era el facón caronero.
Fueron una sola cosa
el cristiano y el acero.


Bajo el alero de sombra
o en el rincón de la parra,
las manos que dieron muerte
sabían templar la guitarra.


Fija la vista en los ojos,
era capaz de parar
el hachazo más taimado.
¡Feliz quien lo vio pelear!

No tan felices aquellos
cuyo recuerdo postrero
fue la brusca arremetida
y la entrada del acero.

Siempre la selva y el duelo,
pecho a pecho y cara a cara.
Vivió matando y huyendo.
Vivió como si soñara.


Se cuenta que una mujer
fue y lo entregó a la partida;
a todos, tarde o temprano,
nos va entregando la vida.


Jorge Luis Borges: Para las seis cuerdas (1965)

Versións:
Jairo: Milonga de Calandria; Jairo canta a Borges; 1975; Pista 3



Juan Sosa: Milonga de Calandria; Juan Sosa canta a Jorge Luis Borges; 1997; Pista 10



Jairo: Milonga de Calandria; Puro Jairo. Canciones: 1970-2001; 2001; CD4, Pista 1

(Reedición da versión do disco Jairo canta a Borges, do ano 1975.)

domingo, 2 de octubre de 2016

Lúa descolorida

        Lúa descolorida
    como cor de ouro pálido,
    vesme i eu non quixera
    me vises de tan alto.
    Ó espaso que recorres,
lévame, caladiña, nun teu raio.

        Astro das almas orfas,
    lúa descolorida,
    eu ben sei que n’alumas
    tristeza cal a miña.
    Vai contalo ó teu dono,
e dille que me leve adonde habita.

        Mais non lle contes nada,
    descolorida lúa,
    pois nin neste nin noutros
    mundos teréi fortuna.
    Se sabes onde a norte
ten a morada escura,
dille que corpo e alma xuntamente
me leve adonde non recorden nunca,
nin no mundo en que estóu nin nas alturas.

Rosalía de Castro: Follas Novas (1880)

Versións:
Dolores Plata: Lúa descolorida; Lúa descolorida; 1985; Cara A, Corte 1



Narf: Lúa descolorida; Nas tardes escuras; 2013; Pista 7



O val das mouras: Lúa descolorida; Rosalía; 2015; Pista 3